martes, 3 de julio de 2012

GRAN CANARIA

La gaita de Gran Canaria
En esta isla la flauta de pico de 5 y 6 agujeros se utilizó sobre todo en el ámbito pastoril, así como en algunas fiestas como las misas de nochebuena, las misas de luz, San Juan, etc. El nombre con que se denominaba a esta flauta, casi siempre hecha de de caña, es el de gaita. Ocasionalmente tenían un agujero trasero, y también se construían con cuatro agujeros y uno trasero y con dos agujeros y uno trasero, ésta última hecha de bambú en la zona de Firgas.
En La Aldea de San Nicolás se utiliza este tipo de flauta para acompañar a los Ranchos de Ánimas, a modo de reclamo, sobre todo al inicio y final del rancho, para avisar de que iba a dar comienzo y de que iba a finalizar. La flauta, probablemente introducida por algún pastor de la zona, está hecha también de caña y consta de cinco agujeros de digitación y está taponada en su parte final por un nudo intercanutal. Acompaña al Rancho durante su recorrido y sonando siempre cuando no se canta.

Esta es una breve visión de las distintas flautas de las que hemos encontrado mención en las Islas. A continuación vamos a ampliar esta información, contextualizada dentro de lo que es la música tradicional canaria.

 
Contexto en el que se interpreta
Como se ha comentado antes, ya en el siglo XIX, concretamente en 1891, Verneau informa de la presencia de la flauta entre los pastores de Gran Canaria en su obra Cinco años de estancia en las islas canarias. En esta obra, además de ensalzar las habilidades de los pastores de Gran Canaria, a los que califica de “verdaderos artistas”, continúa describiendo esta escena musical en la que la flauta es protagonista de nuevo:

“[…] Cuando llegó la noche nos quedamos sorprendidos de oír por todas partes silbidos y los sonidos de una trompa (ésta consiste en una simple concha agujereada). Era la señal de la llamada […]. Una delegación vino a buscarnos para conducirnos a una sala de baile […]. La orquesta se componía de un tambor desfondado por un lado […]. Un segundo músico se mantenía en el umbral de la puerta. Era un pastor que sacaba a una flauta de caña todos los sonidos que saben sacar los pastores canarios. No hubiésemos podido creer que en el siglo XIV, oyendo esta música y también viendo a esa gente, situada en dos líneas paralelas, uno enfrente de otro, dándose las manos y marchando uno detrás de otro, dando grandes saltos. Según los autores, es así como bailaban los viejos insulares.” (Verneau, 1981:275-276)

En su estudio sobre la flauta en Gran Canaria, Zamora, Jiménez y Batista (1999) han recogido testimonio de las ocasiones en las que se tocaba de la flauta, agrupando el repertorio en los siguientes contextos:
-los pastores con el ganado
                   -en el Rancho de la Aldea
                   -misas de nochebuena y la Luz
                   -como medio de comunicación
                   -fiesta de Sn Juan
                   -San Pascual
                   -Carnavales
                   -Reuniones de vecinos
                   -fiestas locales y bautizos
De acuerdo con estos autores, así como con el testimonio recogido en nuestro trabajo de campo, los pastores tocaban la flauta o gaita mientras estaban con el ganado en el campo, principalmente, pero también en actos festivos, ya sea sola o ya sea acompañada con otros instrumentos. También se utilizaba como instrumento de aviso y comunicación. Y no sólo entre los pastores, parece ser que era frecuente entre la gente del campo elaborar flautas en el tiempo libre:

“Esto lo aprendí yo con mi abuelo… Mi abuelo era labrador, pero antes siempre en los campos y en todos los sitios, no sé, qué te voy a decir, a lo mejor tenían que retenerse y hacían flautas. Mi abuelo solía tocar en los terrenos donde tenía 3 ó 4 cabras; a lo mejor la cogía y le pegaba toda la noche. En casa también, en el pueblo, le pedía uno una copla y la tocaba, otro le pedía otra, y la tocaba,…” (Segundo Ramos Rodríguez, natural de Artenara)

También contamos con el testimonio de José Díaz, natural de Artenara que es artesano y construye flautas de 3, 5 y 6 agujeros, así como pitos de agua, pero no toca la flauta:

“Las flautas las aprendí a hacer mirando a los pastores. Para hacer la primera me costó… luego ya le cogí el tranquillo y estaba todo el día haciendo flautas de gusto”

Continúa hablando de los toques de los pastores:

“Ellos se tocaban a ver cuál mejor se tocaba, de una montaña a otra, de un barranco a otro… Uno estaba en una loma, el otro estaba pa’la otra y decían: ‘escucha, Juan Isidro está tocando o Josefino está tocando…’ Se oían entre ellos y sabían. Ellos presumían porque sonaban diferente, tenían los toques, los hacían diferentes… se hacían sus toques uno a otro…”

Según parece, fue precisamente uno de estos pastores quien introdujo la flauta en el Rancho de Ánimas de La Aldea de San Nicolás.

 
Los Ranchos de ánimas
Como hemos visto anteriormente, durante el siglo XVI se conforman los ranchos - rancho en Canarias significa un grupo de gente, mucha gente- de cantores y tocadores en torno a las cofradías encargadas de pedir y rogar por el rescate de las ánimas del purgatorio. Aunque a ciencia cierta no se puede determinar su origen, Alzola (2005) lo relaciona con la costumbre de recaudar limosnas para las ánimas benditas; esta costumbre, fomentada por los misioneros franciscanos ya en la formación de los primeros núcleos de población en torno a iglesias y ermitas, consistía en salir a recorrer las casas de los pueblos por la noche o al atardecer, entonando cantos y orando por los difuntos, acompañándose de elementales instrumentos. Recogían ofrendas, en dinero y en granos, semillas, etc., para celebrar misas. De acuerdo con Álvarez y Siemens (2005), la Iglesia potencia esta costumbre como respuesta al protestantismo, que niega el purgatorio, lo que da lugar a esta nueva devoción. Parece que todo aquello que rodea la creencia en el Purgatorio -el penar de las ánimas hasta el juicio final, el temor al sufrimiento de los muertos en el más allá, el fuego 'purificador' o el caso contrario, el infierno eterno- imprimía una fuerte huella en la mentalidad y religiosidad de la gente. Así, las cofradías de ánimas que se forman durante el último tercio del siglo XVI en Canarias y en la península, circulan cantando desde el 2 de noviembre hasta el segundo domingo de febrero, es decir, abarcan todo el ciclo invernal y coinciden con la pascua navideña y otras celebraciones destacadas del año, por lo que aglutinan una serie de tradiciones muy arcaicas, cantos por los difuntos, milagros inspirados en los textos bíblicos y en la vida de los santos, etc., e incluso cantos alusivos a la Navidad, ya que a partir de Santa Lucía -13 de diciembre- los Ranchos cantaban la Navidad. Por eso, algunos Ranchos, con el correr del tiempo, se transformaron en Ranchos de Pascua, como es el caso de todos los de Lanzarote. Otros Ranchos se fueron concentrando en torno a las fiestas principales del pueblo, como ocurre con el de Tiscamanita.
De acuerdo con Suárez (1998), la música de los Ranchos  es claramente oriental, con temas alusivos a la muerte, a la Navidad y a la relación social. En un principio salían por el mes de los difuntos y dada la cercanía de la Pascua, continuaban por esas fechas, actuando también en días festivos dentro de las iglesias. “De ahí que su origen próximo como organización social se encuentre en el contexto del culto a la muerte y las actividades seglares de las parroquias, canalizadas por las cofradías; mientras que el de su identidad ritual y musical tenga unas raíces tan profundas que se pierden en la cultura pagana del Mediterráneo Antiguo.” (Suárez, 1998: 561)
Aunque el tema central de los Ranchos giraba en torno a la muerte, no hay que olvidar la entonación de romances y canciones navideñas. Sobre el aspecto social, alegre y mundano de estas agrupaciones escribe el etnógrafo canario Bethencourt Alfonso (1985:243-45): "Más que un día de finado parece un carnaval; armados de guitarras, bandolas, panderetas, castañuelas, sonajillas y triángulos, van de vecino en vecino improvisando y componiendo la letra conforme al objeto que se proponen con el canto -con un tono y aire especial y característico- para dedicarlo al Sor, la virgen, Santos, Ánimas o bien familias que tienen parientes en América o las muchachas y mozos por encargo de sus novios y novias, o unos a otros presentes (...). De todas formas, no se puede establecer de manera precisa cuándo y porqué estas agrupaciones de cantaores llegaron a diferenciarse -o no lo hicieron- como Ranchos de Pascua y ranchos de Difuntos.
Asimismo, y en lo que se refiere a su origen, de acuerdo con Sánchez y Suárez (1996), manifestaciones similares se encuentran en toda la Europa mediterránea, así como también en el norte de África, así que a Canarias pudo llegar tanto por vía peninsular como africana. Los mismos autores mencionan un dato importante, la expulsión de los judíos de Castilla y Portugal en el siglo XV. Éstos, provenientes del norte de África la península arábica, llegaron a Canarias buscando refugio.
Uno de los instrumentos predominantes es el pandero, muy utilizado por los árabes, aunque los tocadores del Rancho llevan varios instrumentos metálicos de percusión: espadas o asadores, triángulos, panderos de sacudidor cargados de sonajas, cascabeles y campanillas y algún tambor. El motivo de este instrumentario es que percutir libera y el sonido del metal protege del mal, según las antiguas creencias. Posteriormente, algunos de estos “ranchos” incorporan un acompañamiento rítmico de cordófonos (guitarras o timples), con acordes independientes del tono adoptado para el canto, ritmo ternario, marcando cinco de los seis tiempos que cierra cada ciclo de dos compases y comenzando en anacrusa. Mención especial merece el rancho de Ánimas de La Aldea de San Nicolás, en Gran Canaria, que incorpora también la flauta de caña y del que hablaremos a continuación.
Según información facilitada por Juan José Monzón Gil, miembro actual del rancho de Valsequillo, los viejos del rancho utilizan la palabra “sones” para nombrar, en plural, al instrumental que conforma esta agrupación. En algunos ranchos, como el de Valsequillo, los instrumentos de percusión (de fabricación casera con materiales reciclados), se combinan con otros del tipo de los cordófonos tales como: guitarras, timples, algún laúd  y el violín. Entre los sones de metal se incluían y se incluyen las espadas (que según cuentan los mayores, guardan un antecedente o connotación directa con las espadas utilizadas en las guerras macabras). Son unas varas alargadas de metal, de alrededor de un metro de longitud, que simulan ser sables. Se percuten con otra vara o baqueta más fina y más pequeña, también de metal. El rancho de Ánimas de Valsequillo cuenta con dos espadas. En cuanto a los sones de parche y metal, los más numerosos son los panderos de sonajas o de sacudir. 
         Son de tamaño medio, si los comparamos con los que posee el Rancho de Ánimas de la Aldea. Su parche es de piel de cabra y las arandelas son  de lata. Está provisto de unas esquilas y cascabeles,  de fabricación industrial, que van clavadas a una vara de palo diametral y a los aros internos del instrumento. Se tocan, como su nombre indica, sacudiéndolos con una o dos manos. A veces también se sostiene con una mano, que es la que sacude, mientras la otra percute el parche. El rancho de Ánimas cuenta con dos panderos de sonajas. Algunos ranchos también cuentan con sones de parche: el tambor, con armazón, de forma ovalada, que se recubre de dos parches de cuero de macho cabrío, cosidos entre sí en zigzag con una tira de piel. Para percutir se utiliza un palo fino de unos 30 cm., hecho de madera de acebuche. Normalmente se utiliza siempre un sólo tambor
De acuerdo con Timón (1980), los ranchos de ánimas estaban formados por hombres única y exclusivamente y la forma en que se interpretan es con solista (que es el que improvisa) y respondedores o coro, que repetía lo que decía el solista. Siempre eran improvisados y estaban relacionados con la vida del difunto. Esta autora asocia el origen de los ranchos de ánimas con la guerra de los macabeos, motivo por el que llevan espada. Menciona que es una leyenda hipotética, en la que se cuenta que Judas Macabeo quiso rendir honor a los soldados muertos después de una batalla. Sánchez y Suárez (1996) mencionan que en la investigación de campo realizada en La Aldea de San Nicolás acerca del rancho de ánimas, antiguos rancheros entrevistados citan a los macabeos como principio del rancho: “esto lo heredamos nosotros de los macabeos”. Estos mismos autores recurren a la Biblia y mencionan el segundo libro de los Macabeos 12, donde dice que Judas efectuó entre sus soldados una colecta por los muertos y la envió a Jerusalén con objeto de que se ofreciera un sacrificio por el pecado. No obstante, son hipótesis, ya que no se sabe realmente cuál fue el origen de los ranchos.
En cuanto a la composición del Rancho, no hay un número fijo o cerrado de participantes, pero antiguamente se establecía una jerarquía. De acuerdo con Alzola (2005), sería la siguiente:
-el cabecera o cantador mayor. Era el responsable o director; solía llevar un pequeño cuadro en el cuello como distintivo y era quien recibía las limosnas.
-los cantadores, que formaban el coro
-el guitarrero; podía ser uno o más de uno, y eran los acompañantes.
-el mochilero, encargado de llevar el agua ron y comida
No obstante, veremos más adelante que esta terminología puede variar.
Hoy día se conservan sólo en las Islas orientales: Lanzarote (Tías, Mácher, Teguise, Haría, Tinajo, San Bartolomé y Yaiza), Fuerteventura (Tiscamanita y Tetir) y Gran Canaria (Teror, Valsequillo y La Aldea de San Nicolás). En otras islas, como Tenerife, La Gomera o La Palma, encontramos algunos grupos antiguos que cantan “lo divino”, que se parecen a los Ranchos, teniendo seguramente el mismo origen en los siglos anteriores de nuestra historia.
En Fuerteventura había Ranchos hasta hace unos cuarenta años en Antigua, Pájara, La Oliva, Casillas del Ángel y Ampuyenta. Es decir, en casi todos los pueblos antiguos de la isla. Seguro que habría alguno, mucho más antiguo, en la Villa de Betancuria, capital que fue de la isla. Curiosamente, en el de Tiscamanita había integradas personas del pueblo de Tuineje. Navarro Artiles (1999) nos ofrece una descripción del rancho de Tiscamanita, al que tuvo oportunidad de ver por primera vez en la madrugada de la Epifanía de 1957 y posteriormente en varias ocasiones entre los años 1968 y 1972.
Entonces contaba con unas diez o doce personas. El mayordomo del rancho se ocupaba de guardar y custodiar todos los enseres del rancho, especialmente de los instrumentos musicales. El mochilero se encargaba de coger los aguinaldos (los regalos que los vecinos daban a los rancheros) y los guardaba en una mochila de lana tejida, típica de Fuerteventura. Muchas veces esta función era realizada también por el mayordomo, llevando la contabilidad de los fondos recaudador, la mayor parte en especies.
El rancho actuaba en la fiesta de San Marcos, patrón de Tiscamanita y tocaban en la iglesia y en las calles de la localidad durante la procesión. También al terminar los actos religiosos el rancho iba a tocar y cantar ante algunas casas particulares.
Cuando actuaba para las Ánimas, el rancho estaba formado por una guitarra, un timple, un laúd, un violín, un pandero y siete u ocho espadas. Salía a cantar durante la tarde y noche del día de Todos los Santos. A las doce de la noche volvía a la casa del mayordomo a depositar los instrumentos y los obsequios recibidos. La mañana siguiente, día de Difuntos, el rancho salía a cantar por las calles y caminos del pueblo hasta las doce, hora en que se celebraba una solemne función religiosa en la ermita de San Marcos dedicada a la memoria de todos los difuntos. En ella el rancho cantaba estos versos:
Es la limpia y pura / de la Concepción
La Virgen María / Madre de Dios
Y el coro añadía:
Y madre de todos / de su devoción
La deshecha seguía así:
Esta cofradía / te ha venido a ver
¡Qué mejor visita / puede Usted tener!

Al terminar la misa de Difuntos, el rancho salía a recorrer las calles del pueblo y ante cada casa el mayordomo exclamaba:

-¡Ánimas benditas!
-Pasen – contestaban desde dentro
-¿Se canta o se reza? – preguntaba el mayordomo
En las casas donde había luto reciente contestaban: Recen.
El rancho rezaba un padrenuestro y cantaba luego:
Atención señores / recorred la mente
Porque este difunto / se va para siempre
Se va para siempre / no le vemos más
Y su Majestad / le dé consuelo
Y, arriba en el cielo / la conformidad

Los vecinos obsequiaban al rancho con trigo, cebada, legumbres, queso, pan casero, etc. Además, el rancho tenía otra fuente de ingresos, un pequeño cercado de tierra cerca de la Parroquia, atendido por los vecinos y cuyos productos se destinaban a misas de difuntos. Parte de los obsequios recogidos se destinaban a misas y otra a una cena comunitaria que celebraban todos los miembros del rancho.
El rancho de Tiscamanita también actuaba en las fiestas de Navidad, Año Nuevo y Epifanía: en las misas de Nochebuena  y del Gallo y en el Auto de los Reyes. Tocaba villancicos tradicionales y otros de creación propia.
El rancho de Pascuas de Teguise (Lanzarote) es el más antiguo y el que goza de más prestigio dentro de Lanzarote. Navarro Artiles (1999) describe así su experiencia al escuchar el rancho de Teguise:
“Me sorprendió el canto modulado de los textos, tan modulados que se hacían casi ininteligibles, me dio la impresión de que las melodías eran bereberes o árabes; fue para mí algo nuevo el tintineo alternante de los triángulos y el de las espadas; el rasgueo triste y monótono de los timples; los sones graves y rapidísimos de las castañuelas, sonando a intervalos más o menos regulares; el pausado andar del Rancho por el estrecho pasillo central de la iglesia y el respetuoso silencio de los feligreses (…). Al llegar al Nacimiento, en el lado de la Epístola, el Rancho cantaba versos alusivos al Niño Dios” (Navarro Artiles, 1999: 38).
Es un excepcional representante del teatro navideño, dándole la palabra a la música y a la danza una importancia capital. Su principal actuación es la misa de nochebuena, aunque también hacía las misas de Luz, del 13 al 23 de diciembre. Suele finalizar sus actuaciones con el baile de “El Salto¨”, siendo el único que actualmente incluye cuerpo de baile. La danza que interpretan los bailarines de Teguise se denomina “El Salto” y es una sencilla combinación de saltos que se ejecutan al son de la música y que se originaron alrededor de los recorridos que llevaban a cabo los instrumentistas de la agrupación alrededor de las calles de Teguise. Las primeras noticias que se conocen del Rancho de Pascua de Teguise se remontan al Siglo XV; tiene cuatro partes, el Corrido, que es un canto de entrada que simboliza la marcha de los pastores hacia Belén; "El Salto", un baile de pastores con música pero sin canto que forma parte de la ceremonia de adoración y del Besapié, y tiene como particularidad el que no da la espalda a la figura de Jesús, siendo el único de Canarias que conserva esta particularidad; las Desechas, canto religioso que combina los solos (cantadores de “alante”) y los coros (Tercios), y se realiza en el Templo ante el Besapié; las Pascuas son cantos de despedida que combinan solistas y coro a través de enlaces y combinaciones que describen el nacimiento, tratándose de una música alegre y movida pero con fondo litúrgico y monótono.
El nacimiento del rancho de Tiscamanita coincide, según parece, con la finalización del templo de San Marcos, de influencia franciscana. En la actualidad, la salida del rancho se hace el 7 de diciembre, víspera de la Inmaculada. Dejó de reunirse entre los años 1977 y 1987, año que se reorganiza, manteniendo cantos y ritmos antiguos pero con aspectos renovadores como la incorporación de mujeres y la introducción de nuevas canciones junto con las tradicionales. En el rancho de Tiscamanita también se pedía para la lluvia; el 7 de diciembre, por ejemplo, el rancho de la Purísima se reunía para recaudar presentes y dinero con el propósito de pagar al día siguiente el coste de la función religiosa celebrada en honor de la Patrona del pueblo, la protectora ante las secas y otras calamidades.
El rancho actual, como sucede en la muchos de ellos, está conformado por mujeres (antes sólo había hombres) y hombres y se transmite, también como suele suceder en los demás, de padres a hijos. Interpreta tres géneros, actualmente, que son:
-canto de la cofradía, que canta unos solo, acompañado por varios en algunos finales de verso (son 20)
-coplas de la Purísima, en las que comienza el cantador “alante” con el estribillo y lo repite el coro. Son cinco coplas o estrofas, de versos hexasílabos
-corrido de la Virgen de la Peña, patrona de Fuerteventura. También se canta el 16 de septiembre, festividad de la Virgen.
Los ranchos de ánimas en Gran Canaria
El rancho de Tejeda estaba integrado en la cofradía correspondiente desde los primeros momentos en que la parroquia se separó de La Vega a finales del siglo XVII. Y fue uno de los tantos desaparecidos durante el siglo XIX, por lo que nada se conoce a través de la tradición oral, salvo el recuerdo de algunos de sus más célebres cantadores como Cho Pancho Vega, citado por Sebastián Jiménez Sánchez, en 1943, como de los más afamados de la Isla.
Artenara dispuso desde el primer tercio del siglo XVII de una iglesia dependiente del Beneficio de Santiago de Gáldar y el Convento de franciscanos. La existencia de una cofradía de ánimas en este lugar es muy antigua, al menos ya en 1719 aparecen cuentas de la misma. Este rancho debió extinguirse hacia mediados del siglo pasado, quedando concentrada la actividad animera en Barranco Hondo, aunque también es probable que el único rancho de aquella parroquia fuera éste, de gran tradición por todo el Norte y la Cumbre de Gran Canaria.
El rancho de Barranco Hondo-Juncalillo se recorría los pagos de Artenara y Tejeda animando el ambiente, llegando en alguna ocasión hasta La Aldea de San Nicolás. Era un rancho cumbrero, cuyos miembros con sus sombreros, mantas de lana para atajar el frío del invierno, faroles... por aquellos empinados caminos, conformaban un cliché muy distinto a los ranchos de la costa.
El Rancho de Ánimas de Arbejales (Teror), constituido por unos 20 hombres y mujeres, recorre durante casi tres meses, de diciembre hasta el 1 de marzo, los barrios de Las Rosadas, Los Llanos y El Álamo. Las salidas se realizan, lo mismo que en el resto de los ranchos, durante los fines de semana de diciembre y las limosnas recaudadas en estas salidas se destina íntegramente a las parroquias en las que han realizado las representaciones.
En Valsequillo siempre escuchó de los mayores que la historia del rancho se remonta a tiempos prebíblicos de las luchas macabeas“… Hubo una guerra entre dos hermanos que querían el reinado: uno era pobre y el otro rico. El pobre le ganó la guerra al rico y empezaron la juerga para celebrar la victoria. La gente le daba dinero y obsequios y ahí arrancó el rancho. Esto no es español (…) y entonces tocaron en la juerga y ajuntaron dinero (…) hasta que uno dijo: lo mejor es dárselo a los necesitados o Ánimas Benditas y ahí arrancó el rancho. El Rancho arrancó con una juerga, eso es lo que he oído yo a los viejos” (Información facilitada por Juan José Monzón, que recogió el testimonio directo del ya fallecido Miguel Calderín de 86 años).
El Rancho de Ánimas de Valsequillo realizó siempre cuatro pascuas o salidas principales al año: Nochebuena, Año Nuevo, Día de Reyes y la Candelaria. Cada se realizaba, a un pago o barrio diferente de Valsequillo y permanecían tres días y tres noches cantándoles a las ánimas. Los ranchos que se organizaban fuera de este período para pagar alguna promesa particular se denominaban “Ranchos de Levantisco” o “Alevantisco” y se organizaban generalmente en la casa de  algún devoto anfitrión que, previo acuerdo con el Ranchero Mayor, ofrecía una cena o brindis al rancho de cantadores y tocadores. Los mayores recuerdan con especial énfasis las cenas organizadas y ofrecidas al rancho para pagar estas promesas, donde siempre se seguía un ritual característico. Curiosamente, a pesar de que la función que desempeña esta agrupación es cantar a los muertos, nunca se recuerda salir a pedir limosnas por el día de difuntos.
Existían tres oficios principales: el ranchero mayor, el mochilero y el tocador de instrumentos de cuerda. El mochilero llevaba una especie de alforjas donde depositaba algo de beber para el camino, algún  instrumento que no se estuviese utilizando en ese momento o las limosnas recaudadas. La personalidad más emblemática siempre fue la del Ranchero Mayor, cargo que se ocupaba por vocación propia para pagar alguna promesa particular. Esta persona se encargó tradicionalmente de la tareas de organización y funcionamiento del rancho, entregando los donativos al cura en el novenario de ánimas (mes de Noviembre).
Los tipos de coplas son tres, según la temática:
- Canto a las Benditas Ánimas del Purgatorio.
- Canto por Flores.
- Canto por Misterios, relacionados con historias bíblicas.
 El canto o "copla a las ánimas benditas" es el más importante de todos ellos ya que responde a la función primitiva y original del rancho. El "canto por flores" era interpretado generalmente por algún miembro del rancho que tenía especial gracejo para ello. Esta modalidad está relacionada con situaciones de noviazgo, cumpleaños, o cualquier momento especial de la vida; se canta a un ser querido, y sobre todo a la madre o a la novia. Para el canto o "copla de misterio", D. Antonio Amado comenta: “se necesita conocer muy bien la Biblia y haber ido mucho a misa. Luego, hay que saber amarrar bien la   copla […]”. Experto cantador de misterios, a sus 88 años todavía recita este tipo de coplas a la perfección [información facilitada por Juan José Monzón, que recogió el testimonio directo del ya fallecido Miguel Calderín de 86 años]. Ejemplo de ello es la dedicada a la anunciación de María:
Del cielo a la tierra
un ángel bajo
a darle a la virgen
la salutación
Juan José Monzón, miembro actual del rancho de Valsequillo, nos ha facilitado este ejemplo de copla por misterio:

















En el caso del rancho de Valsequillo, hoy día hay una sola mujer y el resto son hombres (alrededor de 15) y niños (2). Antiguamente, aunque se aceptaba que alguna mujer participara en el rancho de forma esporádica, no hay constancia de que alguna lo hiciera de forma estable. Existieron tres oficios principales dentro del rancho: el Ranchero Mayor, el Mochilero y el tocador de guitarra; como mínimo debían estar estos tres personajes para que el rancho saliese. Este grupo salía a partir del 24 de Diciembre y se recogía por la Candelaria (4 o 5 de Febrero). Actualmente, el rancho hace algunas salidas durante las fechas navideñas por el pueblo de Valsequillo, visitando las casas de aquellas personas que abren gentilmente sus puertas y pagan una limosna para que el rancho les cante a sus familiares difuntos.
La Aldea de San Nicolás cuenta desde 1742 con una cofradía de ánimas y su correspondiente rancho. La parroquia de Mogán había sido creada más tardía en 1814 y desde los primeros años dispuso de su cofradía de las ánimas, activa al menos hasta 1834, en que el cura párroco Manuel Reyes Bueno daba cuenta al obispado de que por Navidad se organizaba un rancho «según costumbre de los pueblos cantando de puerta en puerta». Pero a finales del siglo XIX debió desaparecer pues su existencia no la recuerdan los más viejos del lugar. Más larga vida tuvieron los dos ranchos de la cofradía de ánimas de la parroquia de La Aldea.
El rancho de La Aldea se mantuvo muy activo por las fiestas de Pascua de principios del siglo XX. Aún se recuerda a sus rancheros más antiguos: Francisco Rodríguez Afonso, Cho Pancho el de la Atalayilla; Francisco Casas, Cho Pancho Benito; el cura Juan León, Cayetano Sánchez Martín, etc. y, en especial, el improvisador Santiago Ramos Segura, Cho Santiago el de Furel. Este rancho actuó ininterrumpidamente con normalidad hasta mediados de los años 40; hacia 1956-1957, tras haber actuado unos 10 años atrás fuera de la iglesia, se reunía por última vez por Nochebuena, en la casa de Antonio Sánchez, en Los Espinos. Volvió a reaparecer 35 años después, en el mismo lugar, con otra generación, la de los más jóvenes que por entonces la integraban.
El rancho de Tasarte era una agrupación idéntica a la de La Aldea, con la diferencia de que en los últimos años tenía una alta participación de la mujer. Su director más célebre había sido el ingenioso Luciano Afonso García (1859-1904), personaje natural de La Aldea que se había establecido y casado en aquel lugar. De él cuentan alegres aventuras desde La Aldea a Mogán, inspiraciones poéticas y facilidad para la música. Sus tres hijas, Natividad, Guadalupe y Carmen Afonso Segura y algunos de sus yernos, continuaron siendo la base del rancho. De rancheros y cantadores más conocidos la historia oral recuerda a Juan García, Cho Juan Margara, Francisco Hernández Guerra, Sebastián Hernández, Cancle; Juan Viera Moreno y otros. Hacia 1925 dejó de oírse aunque unos dos o tres años después, al parecer en la Navidad de 1928, reapareció en la casa de Eusebio Peñate para nunca más volver a aparecer. Sus instrumentos depositados en una casa de El Canónigo pronto desaparecieron; las sonajas y esquilas sirvieron para cabras y perros, los demás, la espada, triángulo, etc. se vendieron al estudiado rancho de Barranco Hondo/Juncalillo.
Otros ranchos como los de Valsequillo y Arbejales, pertenecen a la otra parte de la Isla.

 
El rancho de ánimas en la actualidad: el caso de La Aldea de San Nicolás
A fines del siglo XVIII comenzó una progresiva disminución del culto a las ánimas. De una parte se inició en las parroquias canarias el culto mariano, representado por la adoración a la Virgen del Carmen, que aparece como protectora y salvadora ante el más allá. De otra parte, la élite ilustrada comenzó a criticar aquella “parafernalia sobre la muerte, con la persecución de estas ideas renovadoras por la Inquisición” (Suárez, 1998:564). En el siglo XIX, la Desamortización de los bienes eclesiásticos afectó directamente a las propiedades de las cofradías lo que, unido al culto de la Virgen del Carmen, aceleró la desaparición de los ranchos cantadores.
Entre finales del siglo XIX y principios del XX se intentó recuperar los ranchos de ánimas, aunque sólo se había mantenido en algunas parroquias de las islas orientales. En lo que se refiere a Gran Canaria, en aquella época se contaba con los casos de los ranchos de La Aldea, Barranco Hondo-Juncalillo, Arbejales de Teror, Tejeda, Valsequillo, Agüimes, Ingenio y la propia capital; todos ellos como ranchos cantadores de Pascua.
A raíz de la promulgación, en 1903, por el papa Pío X del Motu propio sobre la música sagrada, comenzó a prohibirse en las iglesias toda música profana. No obstante, los párrocos no cortaron radicalmente la presencia de la música popular dentro de ls iglesias, sino que fueron recortando, progresivamente, las intervenciones de los tocadores y cantadores, lo que afectó directamente a las misas de la luz y a los propios ranchos que intervenían tradicionalmente en estas misas tempranas y en Nochebuena, Año Nuevo y Reyes. Se dio el caso de algunos párrocos amantes de la música popular que alargaron la vida de los ranchos, como es el caso del cura Vicente, de la Aldea de San Nicolás, quien, de acuerdo con distintos testimonios recogidos (Sánchez y Suárez: 1996) –también por nosotros mismos- “se unía al rancho al finalizar la misa” (nos comentaba Carmelo, ranchero mayor, el 29 de febrero de 2008)
Todas estas manifestaciones populares acabaron con la prohibición expresa del Sínodo Diocesano de 1947. No obstante, algunos ranchos continuaron actuando como grupo musical aunque sin participar dentro de las iglesias.
La Aldea de San Nicolás contaba con una cofradía de ánimas y su correspondiente rancho de ánimas desde que se erigió como ayuda de parroquia en 1742 (Suárez, 1998). Es posible que contara desde antes con su cofradía y rancho, ya que contaba con su propia ermita desde tiempo atrás, pero es en esa fecha cuando aparecen los gastos e ingresos que ocasionaban los cantadores de Pascua en la contabilidad de la cofradía de ánimas. A medida que transcurre el siglo XIX se ve que van disminuyendo los ingresos hasta que desaparece la cofradía, de manera similar al resto de cofradías en Canarias, como ya hemos visto.
Sin embargo, hacia 1904 y de la mano del cura Juan León Llarena, nacido en La Aldea y amante de la música, los ranchos cobraron un nuevo impulso, a pesar de las normas dictadas por la Iglesia (Suárez, 1998). A partir de estos años, tanto el rancho de La Aldea como el de Tasarte llevaron a cabo una incesante actividad durante la época navideña, sobre todo en la misa del gallo en Nochebuena, gracias a la cual se ha podido recuperar el rancho, a través del Proyecto de Desarrollo Comunitario de La Aldea, coordinado por Lidia Sánchez y José Pedro Suárez. El de Tasarte, sin embargo, que desapareció hacia 1025-1928, no se ha podido recuperar ya que la mayor parte de los rancheros habían fallecido y el trabajo de recuperación a través de las fuentes orales fue difícil debido a que muchas de ellas habían emigrado fuera. Según la tradición oral “era un rancho, muy particular, alegre y muy bien conjuntado, se diferenciaba de todos los que hasta aquel momento funcionaban en la Isla por la alta participación de las mujeres, incluso fuera de las casas.” (Suárez, 1998:574)
El rancho de ánimas de La Aldea actuó con normalidad hasta mediados de los cuarenta, ininterrumpidamente. De acuerdo con Sánchez y Suárez (1996), salió por última vez  en 1945, aunque se siguió haciendo de forma particular en la casa de la familia Pestana, en el barrio de Los Espinos. Aquí desapareció definitivamente en los años cincuenta. Participaba dentro de la iglesia en las misas de Luz, domingos y fiestas significativas entre el 8 de diciembre y el 2 de febrero. Además, visitaban todos los puntos del valle de casa en casa, pernoctando incluso fuera de sus hogares. Ya en 1943 habían aparecido dos advertencias del obispo Pildain, recordando que estaba prohibido el uso de “todos los instrumentos fragorosos o ligeros como el tambor, platillos, guitarras, bandurrias, castañuelas y otros semejantes.” En 1947, tras el Sínodo Diocesano se prohíbe (ya no es una advertencia sino mandato) “siempre y especialmente en las misas de Luz el uso de instrumentos fragorosos […], así como ejecutar al órgano o armónium piezas profanas, cantos populares y, sobre todo los que sea de reminiscencia de piezas teatrales o bailables…”.
El Rancho se quiso revivir en los años 80, pero no se logró hasta la Navidad de 1991, gracias a un grupo de personas, en su mayoría descendientes de los antiguos rancheros, que disponían del recuerdo en su mente, además de instrumentos heredados: dos panderos, una pandereta y unas castañuelas. En la actualidad el nuevo rancho cuenta con estos instrumentos antiguos y con reproducciones exactas hechas de forma artesanal.
A los componentes del rancho se les llama rancheros y existe una clara jerarquía entre ellos. Por una parte está el improvisador, y por otra el coro, que también interpreta el acompañamiento instrumental, realizado por “siete panderos, una pandereta grande, una pandereta más pequeña, una guitarra, la espada (instrumento de metal en forma de espada al cual se golpeaba llevando el ritmo), las castañuelas, el triángulo y la flauta de caña” (Sánchez y Suárez, 1996). Eran unos catorce en total. Los encargados de cantar las coplas para aquellos que las pedían y pagaban por ellas eran los improvisadores; precisamente la improvisación era uno de los aspectos que más llamaban la atención del rancho, poniendo de manifiesto el ingenio del improvisador, del que “echaba adelante”, ya que cada uno tenía su propio estilo.  El tesorero era el encargado de recoger el dinero, destinando una parte de éste para pagar las misas de los difuntos y otra para sufragar los gastos del rancho.
El Rancho se conocía también por “los panderos” y salía todos los años el 8 de diciembre y se recogía el 2 de febrero, día de la Candelaria. Tocaban en las misas de la Luz y en la misa del Gallo (última de las misas de la Luz). Se situaban en el coro de la ermita, contestando la misa y cantando al final mientras bajaban al son de los panderos hasta el altar mayor.
Dado que es el nombre con el que también se conoce a este Rancho, creemos que es necesario ampliar la información sobre los panderos en Canarias. Bajo la denominación de pandero, pandereta o sonajera se conoce en Canarias a los membranófonos de un solo parche de piel tensada sobre una caja o aro de madera a los que se añaden elementos metálicos como chapas, cascabeles y esquilas (campanillas), siendo percutidos con la mano o tan solo sacudidos para hacer sonar el metal.
Los distintos nombres que reciben responden a un uso local y/o personal del lenguaje y no a diferencias tipológicas. Así, un miembro del Rancho de Valsequillo hablará de panderos y un tocador de La Palma de sonajeras al referirse a un instrumento con las mismas características. González Cossío (1999) sólo ha podido constatar una diferenciación de términos en La Aldea de San Nicolás. Los componentes del Rancho de Ánimas de esta localidad distinguen entre panderos y panderetas, aunque más por el uso que por su forma. Los primeros son sacudidos a modo de sonajas, mientras que las panderetas son panderos tocados con el dedo pulgar, deslizándose éste por la superficie del parche de piel.
González Cossío (1999) ha realizado un inventario, con su correspondiente estudio descriptivo, de  instrumentos de percusión del folklore canario, reuniendo un total de catorce panderos antiguos repartidos en la isla de Gran Canaria (8), Lanzarote (2), Fuerteventura (1), La Palma (2) y Tenerife (1). La mayoría de ellos son tocados por los Ranchos de La Aldea, Valsequilllo, Teror, San Bartolomé y Tiscamanita; han quedado en desuso en Tenerife, La Palma y un ejemplar de Lanzarote.
Los elementos básicos de un pandero son la caja, el parche y los complementos metálicos. La caja es un aro de madera, en el que se hacen los huecos necesarios en caso de que lleve chapas. El grosor de la madera de la caja suele oscilar entre los 5 y los 10 mm.
Los complementos de metal empleados  son: las esquilas (campanillas), los cascabeles y las chapas. Los dos primeros pueden estar fijados a la propia caja del pandero o bien a travesaños. Las chapas siempre están colocadas en huecos abiertos en la caja y pueden ser abombadas totalmente, abombadas en el centro o bien planas pero con abolladuras intencionales de manera irregular. Con ello se consigue mayor sonoridad.
Además existen una serie de adornos que son de tipo estético, según el constructor o el tocador y que influyen en la sonoridad del instrumento: forrar el aro de madera de cuero encarnado, o con fieltros, chinchetas, o incluso pintar la madera.
Hoy día los panderos permanecen como instrumentos casi exclusivos de la música ritual del folclore canario, siendo los más claros componentes de ésta los Ranchos de Ánimas y de Pascua. Estos últimos representativos, junto a las Misas de Luz, de las celebraciones navideñas de las comunidades campesinas de Canarias. La variedad y la cantidad de panderos por Cofradía varía en función de la época o de las características propias de cada grupo. En el rancho de la Aldea es donde cobran su mayor protagonismo, por su mayor cantidad en proporción a otros instrumentos.
Otro membranófono utilizado tanto en los ranchos como en las misas de Luz es el tambor de dos parches tocado con un palo o una baqueta. Mención especial merecen los de Teror y Valsequillo, que carecen de sistema de tensado al no ser templados con calor. En Valsequillo se conserva un curioso ejemplar de tambor, quizá una de las tipologías más arcaicas del Archipiélago: ambos parches están cosidos entre sí en zig-zag con una tira de piel, cubriendo éstos casi toda la madera de la caja. Este modelo estaba provisto de bordones o calacimbres de piel interiores, produciendo un sonido vibrante.
De acuerdo con su carácter ritual, estos instrumentos que intervenían en los ranchos y las misas de Luz, se guardaban en la Iglesia o en casa del ranchero mayor, ya que su uso estaba reducido a las distintas salidas y compromisos del rancho.
En cuanto al uso de los panderos, y sin abandonar el sentido ritual de la música popular en que se utilizaban, también debemos mencionar que existen no pocas referencias orales y escritas sobre su uso en bailes invocativos y aquelarres de brujas, tornándose aquí instrumentos diabólicos. No obstante, la esencia se mantiene, ya que “su sonido es vehículo para traspasar el plano de la realidad que nos circunda y establecer vínculos con todo aquello que sobrepasa a lo humano.” (González Cossío, 1999: 36).
En cuanto a la composición del Rancho, los rancheros eran hombres mayores en su mayoría, aunque se incorporaba algún joven (lo mismo que sucede en la actualidad); queremos destacar aquí la participación de la mujer (lo mismo que sucedía en el de Tasarte, donde incluso eran mayoritarias), tanto en el pasado como en la actualidad, lo que no nos consta que sea corriente en otros ranchos.
En lo que concierne al desarrollo del rancho, había un recorrido que era fijo, que siempre era el mismo, el del día 24, al menos que recuerden los informantes, comenzando con en el mismo barrio desde donde realizaban un recorrido por un camino vecinal hasta una segundo barrio donde se les daba de cenar. De hecho, según testimonio recogido por Sánchez y Suárez (1996) y por nosotros mismos, el rancho despertaba y despierta gran expectación popular; cuando eran invitados a alguna casa se les daba la cena, que iba seguida de una especie de ceremonia y mientras cuatro señoritas de las presentes cogían el mantel por las cuatro puntas, mientras el rancho cantaba:
Cuatro señoritas
Recojan el paño
Por las cuatro puntas
Y muy bien doblado.

Después continuaban con la gente que se había añadido en este segundo barrio cantaban toda la noche hasta que llegaba la hora de ir a la iglesia para asistir a la misa del gallo. Delante del rancho bailaban al son de los panderos cuando iban al besapiés y también el día de la Candelaria delante de la procesión.
En cuanto a la estructura del canto, se compone de la copla con la que se inicia y las desechas, que pueden ser cantadas por el mismo que inicie la copla o por otro que desee improvisar. Los temas cantados e improvisados eran muy variados, aunque el principal era a las ánimas benditas, comenzando siempre con la misma copla (Sánchez y Suárez, 1996):

Copla:
A las ánimas benditas
Que bien lo necesitan
Por si estuviesen en pena
Que salgan las pobrecitas
Desecha:
Animas las tuyas
Animas las mías
Animas son todas
Las de la otra vida
Y el coro repite  la desecha:
Las de la otra vida
Las que están en pena
                  
Había también otro tema importante, el de los novios, ya que el rancho era una de las formas que se utilizaban para hacer la corte a las señoritas. Se pagaba al rancho para cantar coplas a las novias, repitiendo el coro el mismo estribillo:
Estos pichones
Se están arrullando
las pajas del nido
la están juntando

En lo que se refiere al ritmo y la melodía siempre son los mismos, con alguna pequeña variación de acuerdo con el estilo de cada improvisador. En el trabajo de recuperación del rancho de la Aldea se grabó al último improvisador (Fulgencio Díaz) y de ahí se aprendió.
Actualmente, (lo mismo que en épocas anteriores), el que improvisa no lleva ningún instrumento, por lo general, aunque “los ensayos los hacemos para que todos aprendan a tocar todos los instrumentos, así si falla alguien como las castañuelas, que sólo hay unas, o el instrumento que sea, siempre se pueden tocar” (Bernabé Sánchez González, llamado Carmelo, ranchero mayor de La Aldea, 29-2-08). El improvisador lleva el nombre de ranchero mayor y es quien se encarga, actualmente, de recoger las limosnas, “yo voy reuniendo y luego lo entregamos al cura para los funerales, los actos de la iglesia…” (Bernabé Sánchez González, llamado Carmelo, ranchero mayor de La Aldea, 29-2-08).  El grupo se coloca en semicírculo para iniciar el canto, con el improvisador en el centro, dirigiéndose a los demás, aunque puede suceder que por problemas de espacio tengan que hacer un círculo completo, pero siempre el improvisador en el centro para ser oído por todo el grupo.  El improvisador es el que “echa alante” y “el resto del rancho va contestando, una parte repite lo que yo he dicho y la otra es siempre la misma, lo que llamamos la amarradera.” (Bernabé Sánchez González, llamado Carmelo, ranchero mayor de La Aldea, 29-2-08); las coplas son –como ya se ha comentado- dirigidas a las ánimas benditas, a los santos, a los difuntos, al niño… “el día de La Candelaria le cantamos las coplas a La Candelaria.”
Actualmente son entre 16 y 18 componentes y es el único rancho que cumple las dos funciones de Rancho de Ánimas y Rancho de Pascua (los ranchos de Teror y Valsequillo son de Ánimas solamente).
Tal y como hemos mencionado en el capítulo anterior, en el Rancho de Ánimas de La Aldea de San Nicolás se utilizaba y se utiliza la flauta de caña: “la flauta de caña únicamente se tocaba cuando no se cantaba, era una especie de reclamo que tocaban para llamar la atención de la gente, y avisar que el rancho iba a dar comienzo. También en el recorrido de las calles se acompañaba de la misma, y todos sabían que el Rancho iba pasando. El sonsonete tocado siempre era el mismo. A veces improvisaban notas diferentes y a eso le llamaban ‘florisquiar’ la flauta” (Sánchez y Suárez, 1996). Esta flauta tiene las mismas características que las usadas por los pastores de la zona, se trata una flauta de cinco agujeros, por lo que en opinión de estos autores fue introducida en algún momento por algún pastor perteneciente al Rancho. El tocador de flauta que forma parte del rancho en la actualidad, Segundo, aprendió de su abuelo, que no era pastor pero “solía tocar en los terrenos que tenía; antes siempre en los campos y en todos los sitios, a lo mejor tenían que retenerse y hacían flautas y tocaban… mi abuelo a lo mejor cogía la flauta y le pegaba un rato, por ejemplo, por la noche” (Segundo Ramos Rodríguez, tocador de flauta de La Aldea, 29-02-08). Él mismo construye las flautas como le enseñó su abuelo con caña de carrizo, “bien seca, que sea de sequero … tiene que estar bien seca porque si no se te raja al meter la lengüeta. Entonces, esto, la lengüetila, es de mimbre.” Los agujeros los marca con un cuchillo, según la distancia de sus propios dedos “al ojo, no me falla”; después quema la punta de una ramilla con “hornillo de los de hacer café” y va soplando y redondeando los agujeros; también lo suele hacer con un punzón. La lengüetilla igualmente puede ser de sao, “que se cría en los sequeros de los barrancos y también es muy bueno. Porque si lo pones de higuera o de otra clase, te miente. Entonces, esto no te miente, le vas metiendo… Es muy fácil de hacerlo. El problema de esto es afinarla, que te suene. Vas soplando y soplando, la rebajas para que el aire te salga por aquí [por arriba y hasta abajo], le vas quitando poquitos, el aire tiene que salir. Lo hago con un cuchillo y le voy quitando, lo más difícil es afinarla, que te suene” (Segundo Ramos Rodríguez, tocador de flauta de La Aldea, 29-02-08).
Su abuelo tocaba muchas toques distintos, “en los campos y también en casa, a lo mejor le pedía una copla y la tocaba y otro le pedía otra y la tocaba…” pero el toque del rancho de La Aldea lo aprendió de “un chaval de aquí que lo sabía, lo grabamos y entonces lo cogí yo” (Segundo Ramos Rodríguez, tocador de flauta de La Aldea, 29-02-08). Como hemos comentado más arriba, la flauta servía de reclamo “si vamos de una casa a otra voy tocando, después cuando vamos al Nacimiento, también en el Belén que hacemos todos los años el 25 de diciembre, salimos desde abajo y yo voy tocando la flauta y ellos los panderos” (Segundo Ramos Rodríguez, tocador de flauta de La Aldea, 29-02-08). En épocas anteriores, también dentro de esta función de reclamo, y según testimonio de Carmelo (Bernabé Sánchez González, ranchero mayor de La Aldea, 29-2-08), “antes no había sitios para donde ir, la gente, en casa de mis tíos, igual no sabían que hacer y se reunían, quedaban: ‘por la noche vamos a cantar’ y entonces el tocador de flauta se ponía por la tarde encima de una pared grande de piedra que había y la gente le oía de lejos y decía ‘esta noche hay panderos, vamos pallá’ y se reunían y se cantaban las coplas a las parejitas. Hubo quien se enamoró allí. Uno le daba una limosna, ‘mira cántale una copla a aquella chica’.”

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